Doble herencia del padre coqueto
Paseaba con mi hijo mayor, de 15 años, por el barrio bajo de Bernal donde crecí, cuando atravesó nuestro camino una chica muy bonita que
lo miró en forma sostenida, pero con arrobo cohibido e interés camuflado, tal
vez combatiendo la tímida osadía que delata una todavía rudimentaria intrepidez.
Luego del episodio, mi hijo y yo nos miramos y sonreímos en complicidad, reanudando nuestro paseo. Él pensaría en su insipiente atractivo; yo
pensaba en desheredarlo.