Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.
Nicanor Parra
Las vidrieras donde la niña veía su reflejo
son ahora los ojos quebrados del asesino.
El mercado aldeano enloquece a todos.
Los bárbaros traspasamos las fronteras y tapiales
cargando ganzúas articuladas para abrir sus puertas
y carruajes;
nuestros nietos ingresaron reptando y sollozando,
disminuidos.
Aldeanos, irrumpiremos en sus bocas y en sus culevas, en esta comedia somos los
fregadores, los cambiapañales extra-large, las Cabezas Oscuras del Incendio
(léase “Cabecitas Negras” en el Manual Indoeuropeo del Buen Tejedor): pieza
fundamental del motor; devorando fragmentos del Banquete C.A.V.A. seremos
inmunes a la ausencia y a las plagas, nuestro estómago es una bodega y nuestra
boca la tormenta de reclamos, de querellas atendidas a medias.
Nuestras hijas son mariposas grises,
nuestros hijos poetas extraordinarios
que jamás recibieron premios ni distinciones.
Aldeanos, lo que sacrificamos en un exhalo cuesta cuatro bosques y un río, llenaremos sus panzas y meceremos a sus hijos (futuros violín/istas y
lame-culevas), ustedes saldrán cada día a tensar las cuerdas que enceramos, a echar combustible al motor; este circoito no le importa a nadie, a
nosotros menos que a nadie.
(De "Patria Sangrante Aldea Enloquecida". Ilustración inspirada en el texto: Gustavo Rubén Brigante)