I
En la primera
fotografía
la cámara esconde
al padre,
y surca el azúcar
los labios de la
madre:
De cara a mi uña
cruza tu cara,
de cara a mi raza
surca tu azúcar.
Acá
en vos
-por azar-
está mi cura.
A vos,
-por azar-
te tengo
a upa.
II
En la segunda
fotografía
la cámara esconde
a la madre;
fuera de cuadro el
padre custodia
a su familia en inquietud
y amor,
pero con esperanza,
alegría y valor
mientras piensa lo
que ya intuye el hijo
en sus pasos primeros:
No hay mujer en el mundo
que esgrima fuerza como la tuya;
tu corazón se ha forjado
en oro vivo, en acero danzante,
y no existe ímpetu sobre la tierra
que doblegue tu espíritu irrepetible,
madre, compañera.
III
En la tercera
fotografía
el niño ya es un
hombre;
se ve solitario, taciturno…
una banda roja de
tiempo y sangre
atraviesa su rostro
melancólico:
Somos carne sin reposo,
un péndulo en la penumbra
nos columpia en el vacío;
amarrados a él,
su balanceo nos erosiona.
Elevados en cansancio sin reposo
(el movimiento es interno,
el andar o no, cambia poco),
envejecemos como somos:
naipes ajándose en paño eterno.
En las garras del Tiempo
somos carne jugada,
¡Jadeante Verdugo
que decapitas tu reflejo!
sueño somos, somos nada.